Estamos muy
cerca del partido entre las selecciones nacionales de Venezuela y Colombia, en el marco de la décima quinta fecha de las
eliminatorias mundialistas de la Conmebol rumbo a Rusia 2018, y muchos pueden pensar que la mayor
preocupación es de carácter futbolístico, pero realmente no es así.
Esta radica en la crisis socio-política, económica y humanitaria que
vive Venezuela.
En estos
momentos la Conmebol con autorización de
la FIFA, mantienen como sede del partido entre estas dos selecciones, al
estadio Polideportivo de Pueblo Nuevo de
la ciudad de San Cristóbal para el jueves 31 de agosto. Pero ante
los hechos ocurridos en Venezuela
en los último días y en especial por la instalación de la Asamblea Nacional
Constituyente hace que el entorno y el
ambiente sobre esta contienda futbolística tome unos tintes atípicos que
desvíen la mirada de este, más a lo que
ocurra fuera de la cancha a lo que suceda netamente desde la perspectiva
futbolística.
Pero esto que
se percibe en Venezuela, no es novedoso en una sociedad o nación con relación
al fútbol como sofisma de distracción. Este
ha sido un vínculo constante a lo largo
de la historia de la humanidad, que le ha permitido a diversos gobiernos y
determinados políticos en utilizar
al fútbol como un elemento para desviar la atención de la sociedad
civil, con el objetivo de obtener
intereses y beneficios personales.
Haciendo
referencia a una nación que por sus conflictos geopolíticos tuvo que cambiar de
confederación, fue Israel que por sus diferencias ante la comunidad árabe, fue desafiliada de
la OFC por parte de la FIFA en 1974. Pero
para las eliminatorias a España
1982, Israel recibiría la invitación de
la UEFA para integrar esta confederación.
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Otro hecho
específico que hace alusión a la relación fútbol con la crisis y manejos
inapropiados por parte de un gobierno, fue el del “Partido Fantasma” entre Chile y la Unión Soviética el 21 de
noviembre de 1973. Este juego era la segunda confrontación de la repesca
intercontinental rumbo a Alemania 1974. En
el partido de ida, celebrado el 26 de
septiembre en Moscú, finalizó 0-0. En
aquel juego en Santiago de Chile, la nación europea desistió de disputar esta
confrontación, protestando enérgicamente ante
el golpe de Estado por parte del general Augusto Pinochet. La selección “Austral” gana el partido 2-0,
por walkover.
Y claro está, qué así
como hay rivalidades entre los clubes de las grandes ciudades del mundo, este
fenómeno también se da entre determinados países, que a lo largo de la historia
han tenido múltiples disputas políticas, culturales y socio económicas,
trasladando estas rivalidades al plano futbolístico. Hacemos alusión a Corea del Sur y Corea del Norte, en el ámbito
de una guerra nuclear. El conflicto
entre Estados Unidos e Irán, el cual ha tenido connotaciones imperialistas y
militares, tuvo su confrontación deportiva en el Mundial de Francia 1998, con
victoria para la nación asiática. No se puede
obviar todas las batallas geopolíticas, surgidas de las
naciones inmersas en la Guerra de los Balcanes. En Sudamérica, referenciamos el
clásico del pacífico, el cual es protagonizado por Chile y Perú. El Río de la
Plata, también tiene anécdotas y
vivencias regionalistas, entre Argentina y Uruguay, que jugaron la primera final de una Copa del
Mundo. Y la nación que creó el fútbol
como lo conocemos actualmente, Inglaterra, tampoco escapa a dichas rivalidades.
A nivel intercontinental la vivió ante Argentina en la Guerra de las Malvinas.
Y en el contexto europeo, producto de la Primera Guerra Mundial, su archirrival
fue Alemania.
En este mismo
escenario citado anteriormente, no podemos obviar lo que realizaron los dictadores militares
Francisco Franco y Jorge Rafael Videla, con España y Argentina respectivamente,
utilizando al fútbol como eficiente y eficaz arma para
demostrar como identidad de nación ante el mundo lo que se ha conocido
popularmente como: “Pan y Circo”.
Por eso el
partido del próximo 31 de agosto entre los seleccionados de Venezuela vs
Colombia, que aparentemente es el partido que le podrá certificar
oficialmente la clasificación al
combinado “Cafetero” al Mundial de Rusia 2018, puede terminar en un escenario
de populismo y confusión, orquestado y
deseado por la dictadura del gobierno de Nicolás Maduro.
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