Tomado
de El País
de España.
(“Sí, es mi país, pero no necesito gritárselo a otros; parece que
le escupimos el himno al de enfrente/ No me querrás convencer de que jugar al
fútbol tiene que ser un servicio a la patria/ No hay que amar una camiseta;
hace que uno ame el resultado y no el juego. Las camisetas son de distinto
color para no confundirse y saber a quién hay que pasarle la pelota”).
Nunca
vistió la casaca albiceleste sino que jugó contra Argentina en un amistoso de
preparación para el Mundial de 1974 como miembro de un combinado de Rosario. La
actuación del Trinche, el nombre popular con el que era conocido Carlovich, fue
tan determinante que al descanso los internacionales pidieron su sustitución,
vencidos por 3-0. Aseguran quienes le vieron que “gastó” la pelota, talentoso como
era desde la posición del 5. La suya era una figura grande y elegante, parecida
a la de Redondo, muy expresiva, repleta de gestos técnicos, único en tirar el
doble caño, la suerte que le dio fama antes del no-gol, la jugada
que definió la vida del Trinche.
(Y entonces El Trinche se quedó
solo, a 10 centímetros de la línea; tenía que empujarla nada más.
—Trinche:
¿Para qué servía ya meter el gol? Ya era gol. La pisé y me volví para mi campo.
—Periodista:
¿Y se extraña que quisieran pegarle hasta sus compañeros?
—Trinche:
Ya es gol; me paro con la pelota debajo de mi pie izquierdo, la aguanto y no la
empujo. ¿Y qué? ¿Es gol o no es gol? Si me obligan, es gol; pero si yo tomo la
decisión es gol para mí, aunque no suba al marcador. No acepto las reglas que
me digan cuando es gol…Yo soy la regla que decide. Yo soy el gol (…) Y no soy
diferente si la pelota entra o no entra.
—Periodista:
Que el gol es el juego y el juego es una manera de ser. Tenéis que decidir que
es tu vida: jugar o vender; jugar o venderse. En el fútbol, en la vida, en
todo.
—Trinche:
Si pibe, entendiste todo).
El
mejor gol del Trinche fue el no-gol, el que no marcó, y metió tantos e igual de
bellos que Maradona, el mismo que abatió a Inglaterra en el Mundial de 1986 con
la mano de Dios y los pies de un demonio, inmortalizado por Víctor Hugo
Morales.
—Trinche: Que yo no lo hice una vez y contra los ingleses. Yo lo
hice siempre y no necesito jugar un campeonato mundial (…) Dios es un lujo que
no pude permitirme, por eso tuve que jugar al fútbol. ¿Pero podrías haber
jugado con Maradona? Eso era como querer abrocharse a Dios. El Dios de ellos, sembrado por ellos, cosechado por ellos (…).
Dioses del ratito).
No
celebraba los goles, ni fantaseaba, tampoco era un fanfarrón, y solo jugaba
para quien iba al campo, tal que fuera una estrella del circo en Argentina. La
única vez que fue expulsado tuvo que ser readmitido por el árbitro a petición
del público porque la gente no pagaba por ir al fútbol sino para ver al
Trinche. Ya se sabe qué ocurre con la tradición oral del fútbol, en América y
en Europa. A partir de los testimonios, algunos como los de Menotti, Pékerman,
Griguol o Maradona, se construye un relato verosímil que con el tiempo tiende a
mezclar la realidad con la imaginación, hasta el punto que no se sabe donde
empieza y acaba la leyenda del Trinche.
No
se ha dudado nunca, en cualquier caso, de su pesimismo lúcido, ni de su
carácter bohemio y transgresor, del futbolista que pudo ser y no quiso, el
jugador que estuvo a punto de cruzar el charco para competir en Francia.
Tampoco se dio más tarde su fichaje por el Cosmos de Pelé. No quería alejarse
de su barrio ni de su gente, si podía se cambiaba solo en un rincón, peleado
con el profesionalismo, la fama, el negocio y el periodismo, nunca protagonista
de la tapa de El Gráfico.
(“No hay nada que le guste más
a un periodista deportivo que lo confundan con un filósofo. Ándate a la mierda,
ladrón, anda a citar a Nietzsche a la concha de tu hermana/ Estoy muerto porque
acá si no salís en la televisión no existís, y yo no existí nunca, soy un
invento de los futboleros románticos”).
No
hay imágenes del futbolista y apenas se cuentan reportajes si se exceptúa el
excelente trabajo de Raúl Román, Edgar Delgado y Luis Miguel Hinojal en el Informe Robinson dedicado al Trinche. Queda la
literatura: Ignasi Torné le entrevistó para Líbero y el director teatral
Jorge Eines ha estrenado en Madrid, Barcelona, Zaragoza y Valencia la obra El Trinche, el mejor futbolista del mundo, en
colaboración con José Ramón Fernández. La función empezó en Rosario y volverá a
Barcelona antes de acabar 2019. Claudio Garófalo intepreta al Trinche y Lucas
Ranzani al periodista en un montaje excelente y cuyo diálogo resulta tan
interesante que algunos fragmentos se recogen en cursiva en esta crónica basada
en la representación del 17 de febrero en el Centro Cívico Cotxeres Borrell.
Eines
logra que el espectador se identifique con el Trinche. “Toma decisiones que sin
saberlo nos acercan al fútbol que amamos, alejado de la mercancía que se nos
vende”, argumenta. “No acepta que el triunfo mediático, económico y social le
haga jugador de fútbol porque ya lo es”, concluye el director de una obra en la
que, a partir del fútbol, se habla de arte, libros y ópera, también de la vida,
la muerte, el suicidio y la guerra, y naturalmente del alcohol, de mujeres y de
la felicidad que consiste en hacer “lo que uno quiere sin joder a la gente”. Y,
a sus 72 años, retirado a los 32, remacha después de asistir al estreno:
“Descubrí cosas que ni yo sabía del Trinche”.
Nada
más infantil que imaginar el fútbol, aquel en que uno no necesita ni entrenador
ni contrario, tampoco resultado y menos premio, simplemente soñar con una
pelota en los pies sin más ambición que la de meter un gol o un no-gol si se trata del Trinche Carlovich.
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